BLOG # 133 – LOS LÍDERES COMEN AL FINAL – EL DESAFÍO DE LA ABSTRACCIÓN

REGLA 4 DELES TIEMPO, NO SÓLO DINERO

El dinero es una abstracción de los recursos tangibles o el esfuerzo humano. Es una nota promisoria de bienes o servicios futuros. A diferencia del tiempo y el esfuerzo que invierten en algo las personas, lo que confiere al dinero su valor es lo que representa. Y, como abstracción, no tiene un valor «real» para nuestros cerebros primitivos, que evalúan el valor auténtico de la comida y el refugio o la conducta de otros en función del grado de protección o de seguridad que nos ofrezcan. Alguien que nos da mucho dinero, tal como interpretaría nuestro cerebro esa conducta, no es necesariamente tan valioso para nuestra protección como alguien dispuesto a entregarnos su tiempo y su energía.

Dada nuestra necesidad obsesiva de sentirnos a salvo entre los miembros de nuestra tribu (nuestras comunidades y compañías), otorgamos de forma inherente un valor extra a quienes nos conceden tiempo y esfuerzo. Mientras que el dinero tiene un valor relativo (para un estudiante universitario 100 dólares son mucho, pero para un millonario no es nada), el tiempo y el esfuerzo tienen un valor absoluto. Da lo mismo lo rico o lo pobre que sea alguien, o dónde o cuándo nació: todos disponemos de 24 horas en un día y de 365 días en un año. Si alguien está dispuesto a darnos parte de algo de lo que tiene una cantidad fija y finita, un bien totalmente insustituible, su valor nos parece mayor. Si malgastamos el dinero, podemos ganar más (sobre todo en nuestra sociedad). Pero todos hemos tenido la experiencia de asistir a una reunión o ver una película… o incluso leer este libro… y pensar: «Este tiempo nunca lo recuperaré». Si deja de leer ahora podrá ahorrar tiempo, pero no podrá recuperar el que haya invertido para llegar hasta aquí. Lo siento.

Dada nuestra necesidad obsesiva de sentirnos a salvo entre los miembros de nuestra tribu (nuestras comunidades y compañías), otorgamos de forma inherente un valor extra a quienes nos conceden tiempo y esfuerzo. Mientras que el dinero tiene un valor relativo (para un estudiante universitario 100 dólares son mucho, pero para un millonario no es nada), el tiempo y el esfuerzo tienen un valor absoluto. Da lo mismo lo rico o lo pobre que sea alguien, o dónde o cuándo nació: todos disponemos de 24 horas en un día y de 365 días en un año. Si alguien está dispuesto a darnos parte de algo de lo que tiene una cantidad fija y finita, un bien totalmente insustituible, su valor nos parece mayor. Si malgastamos el dinero, podemos ganar más (sobre todo en nuestra sociedad). Pero todos hemos tenido la experiencia de asistir a una reunión o ver una película… o incluso leer este libro… y pensar: «Este tiempo nunca lo recuperaré». Si deja de leer ahora podrá ahorrar tiempo, pero no podrá recuperar el que haya invertido para llegar hasta aquí. Lo siento.

De la misma manera que un padre no puede comprar el afecto de su hijo a base de regalos, una compañía no puede comprar la lealtad de sus empleados con sueldos y bonificaciones. Lo que genera lealtad, esa disposición irracional a comprometerse con la organización incluso cuando otra empresa nos ofrece más dinero, es sentir que los líderes de la compañía estarían dispuestos, cuando sea importante, a sacrificar su tiempo y su energía para ayudarnos. Consideraremos que un jefe que dedica un tiempo fuera del horario a ayudarnos tiene más valor que aquel que, simplemente, nos recompensa con un dinero extra cuando alcanzamos un objetivo.

Ofrecer tiempo y energía contribuye más a influir en la impresión que tienen los demás de nosotros que simplemente dar dinero. Ésta es la razón de que un director general con mala reputación no pueda redimirse a base de extender cheques a la beneficencia. Ésta no es una conducta que consideremos valiosa para la tribu. También es el motivo de que seamos más tolerantes con los patinazos o las malas decisiones que a veces toma un director que, según creemos, está comprometido sinceramente con la protección de los suyos.

La oxitocina y la serotonina nos hacen sentir bien cuando se nos da tiempo y energía, lo cual nos inspira a dar más de nosotros mismos a los demás. Los negocios son una actividad humana. Quizá pudiera ser el motivo, incluso, de que llamemos «compañía» a una empresa: porque se trata de un grupo de personas acompañadas de otras. Lo importante es la compañía.

REGLA 5 SEA PACIENTE: LA REGLA DE LOS SIETE DÍAS Y LOS SIETE AÑOS

La sensación intensa y positiva que podamos tener después de una primera cita genial, o incluso de una entrevista de trabajo estupenda, no es amor ni confianza. Se trata de una sensación fruto predominantemente de la dopamina, que nos dice que creemos haber hallado lo que íbamos buscando. Como nos hace sentir bien, a veces podemos malinterpretarlo como algo más estable de lo que es realmente, incluso si ambas partes sienten lo mismo. Esto ayuda a explicar cómo es posible que el amor en la primera cita pueda venirse abajo poco después. También nos ayuda a entender por qué alguien que nos cayó estupendamente en una entrevista, después de varios meses en el trabajo resulta que no encaja nada bien con la organización. Esto se debe a que no pasamos el tiempo suficiente para descubrir si, en realidad, podemos confiar en esa persona. .

Es igual de malo pasar demasiado tiempo sin un sentido de pertenencia. Si llevamos siete años en un trabajo y no acabamos de sentirnos parte de él… bueno… quizá sea hora de pasar a otra cosa.

Vivimos en un mundo impaciente, un mundo de gratificaciones inmediatas, un mundo gobernado por la dopamina. Google puede darnos ahora mismo la respuesta que buscamos. Podemos comprar online lo que queramos, ya mismo. Podemos enviar y recibir información instantáneamente. No tenemos que esperar una semana para ver nuestro programa favorito, podemos verlo ya. Nos hemos acostumbrado a conseguir lo que queremos cuando lo queremos. Todo esto está bien para las películas y la compra online, pero no resulta muy útil cuando intentamos forjar los vínculos de confianza que sobreviven a las tormentas. Eso requiere tiempo, y ninguna aplicación puede reducirlo.

No dispongo de datos para decir exactamente cuánto tiempo hace falta para sentir que confiamos en alguien. Sé que hace falta más de siete días, y sé que son menos de siete años. Sé que algunos tardan más y otros menos. Nadie sabe exactamente cuánto tiempo hace falta, pero requiere paciencia.

EL DESEQUILIBRIO

En el caso de un animal diseñado para vivir y trabajar en unas condiciones en las que los recursos eran relativamente escasos, tener demasiado de lo que sea puede generar ciertos problemas inherentes para las fuerzas que influyen en nuestra conducta. Durante 40.000 años vivimos en una economía básicamente de subsistencia. Raras veces teníamos más de lo que necesitábamos. Fue hace sólo 10.000 años, cuando nos convertimos en granjeros en vez de ser cazadores y recolectores, cuando empezamos a disfrutar de una economía excedente. Cuando fuimos capaces de producir más de lo que necesitábamos, pudimos dejar que nuestra población superara las 150 personas. Podíamos trocar con otros los bienes sobrantes. Podíamos permitirnos gastar más de lo que en una época anterior juzgábamos prudente. Y encima nos podíamos permitir contar con ejércitos permanentes y con clases intelectuales y gobernantes.

Siempre que un grupo pasa de la subsistencia al excedente, las clases gobernantes, que son las que cuentan con más excedentes, son las que trabajan más duramente para modelar la sociedad con el objetivo de que ésta cumpla sus expectativas. La pregunta es: ¿usan sus excedentes para introducir cambios positivos para la sociedad o en beneficio propio? No debería extrañarnos que las compañías más ricas se esfuercen tanto para presionar a los legisladores para que redacten (o eliminen) leyes propicias a sus intereses. Tienen más recursos que utilizar, proteger y seguir acumulando. Y si no se administran bien, las culturas de estas organizaciones se pueden desequilibrar.

Al resultado de este desequilibrio lo llamo «abundancia destructiva». Es lo que pasa cuando se altera el equilibrio entre las búsquedas egoístas y las altruistas. Cuando los niveles de conducta incentivados por la dopamina superan con creces las protecciones sociales que proporcionan otras hormonas. Cuando la protección de los resultados es más importante que proteger a quienes los producen. La abundancia destructiva tiene lugar cuando los jugadores se centran casi exclusivamente en el resultado y se olvidan de por qué decidieron participar en el juego.

En el caso de todas las organizaciones que han padecido la abundancia destructiva se detecta un patrón que nos proporciona ciertas lecciones. En casi todas esas organizaciones, las culturas no se administraron bien. Siempre hubo un líder que no se tomó en serio su responsabilidad como tal. Una vez se hicieron sentir de verdad las fuerzas destructivas de la abundancia, la integridad empezó a deteriorarse y la cooperación dio paso a la política, hasta que las propias personas se convirtieron en otro bien de consumo que había que gestionar, como la factura de la luz. La abundancia destructiva surge casi siempre cuando el desafío deja paso a la tentación.

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