LOS LÍDERES COMEN AL FINAL

CÓMO CONVERTIRSE EN LÍDER

Parece que nuestro futuro pinta mal. Como animales hechos para cooperar, con la necesidad de confiar, demasiados de nosotros trabajamos en entornos que sacan lo peor que llevamos dentro. Nos hemos vuelto cínicos, paranoides, egoístas y susceptibles a las adicciones. Está en peligro nuestra salud y, lo que es peor, nuestra humanidad. Pero no podemos ocultarnos tras excusas. No podemos culpar a los medios de comunicación, Internet o «el sistema». Ya no podemos culpar a «las corporaciones», Wall Street o ni siquiera al gobierno. No somos víctimas de nuestras circunstancias: somos quienes las han construido

Pero lo que nos amenaza de muerte no son los peligros de fuera. Esos peligros son constantes y nunca desaparecerán. Parafraseando al famoso historiador británico Arnold Toynbee, normalmente las civilizaciones no mueren asesinadas: las civilizaciones se suicidan. Lo que más nos amenaza son los peligros crecientes dentro de nuestras organizaciones. Y afortunadamente, esos peligros están bajo nuestro control.

Durante más de setenta y cinco años, Alcohólicos Anónimos (A. A.) ha ayudado con éxito a muchas personas a superar la adicción dopamínica al alcoholismo. La mayoría de nosotros hemos oído hablar de su programa de doce pasos para rehabilitarse, y la mayoría conocemos el primer paso: admitir que se tiene un problema.

Admitimos que demasiadas de nuestras culturas organizacionales tienen una adicción sistémica al rendimiento y a alcanzar las cifras establecidas. Se trata de una adicción que, como todas, ofrece subidones pasajeros y que, a menudo, pasa una factura elevada a nuestra salud y a nuestras relaciones. Una complicación más para nuestra adicción es nuestra capacidad para aumentar nuestro estatus tirando solamente de la fama o la riqueza, ignorando las exigencias antropológicas del estatus alfa. Pero admitir que somos adictos es sólo el primer paso. Entonces, como en Alcohólicos Anónimos, empezamos el duro proceso de la rehabilitación. Hemos de hacer el trabajo y los sacrificios necesarios para modificar los sistemas que nos enfrentan unos a otros y construir otros nuevos, que nos inspiren a ayudarnos mutuamente. Es algo que no podremos hacer solos.

El paso doce es el compromiso de ayudar a otro alcohólico a superar su adicción. El paso doce habla de servicio. Y en nuestras organizaciones, el servicio es la clave para superar nuestra adicción a la dopamina. No hablo de servir a nuestros clientes, empleados o accionistas. No hablo de abstracciones personales. Me refiero al servicio a los seres humanos reales, vivientes, cognoscibles, con quienes trabajamos todos los días.

Hay un motivo por el que las reuniones de A. A. se celebran en los sótanos de iglesias y en centros recreativos y no en salas de chat online. Y hay un motivo de que, cuando un alcohólico quiere contactar con su patrocinador, el otro alcohólico que se ha comprometido a ayudarle, no envía un correo electrónico: coge el teléfono y le llama. Esto es así porque las conexiones necesarias para superar la adicción deben ser reales. No pueden ser virtuales.

El propósito central de las reuniones de A. A. es hacer que la gente se sienta segura. Las personas que comparten el esfuerzo, que se reúnen para ayudar y recibir ayuda, son cálidas, amistosas y acogedoras. Para muchos alcohólicos, los vínculos se mantendrán hasta mucho después de que concluyan las reuniones.

En otras palabras, Alcohólicos Anónimos es como una familia, una tribu o un pelotón. Son los bueyes de Esopo, que se plantan rabo con rabo, protegiéndose del león. Alcohólicos Anónimos es un Círculo de Seguridad perfectamente formado.

No es posible enfrentarse a las amenazas de este mundo a solas, al menos si queremos ser eficaces. Necesitamos la ayuda y el apoyo de otros, personas que crean en nosotros. Igual que las compañías adictas a la dopamina no son capaces de autorregularse, los adictos que intentan seguir los pasos a solas, que intentan controlar su progreso, normalmente fracasan. Los alcohólicos no llegan a la meta sólo por ellos. También quieren llegar a ella por la persona que contribuye a su éxito aportando su tiempo y su esfuerzo: su patrocinador. Así es como se supone que funciona la serotonina. No sólo aumenta nuestro estatus, sino que refuerza el interés por otros, las relaciones de patrocinio o mentoría

Y luego tenemos la oxitocina. Resulta que esos sentimientos de confianza y de amor, esa sensación de calidez y comodidad, son esenciales para ayudarnos a superar la adicción

De hecho, hay evidencias de que el aumento de los niveles de oxitocina puede prevenir incluso la dependencia física de una droga. Hay evidencias sólidas de que la liberación saludable de oxitocina, provocada por actos de servicio, sacrificio y altruismo, en beneficio de otros, puede reducir la posibilidad de que una cultura empresarial se vuelva tóxica. 

Resulta mucho más difícil volverse adicto a la dopamina en un sistema en el que la confianza y el amor fluyen a sus anchas. Cuanta más oxitocina haya, más fuertes serán los vínculos de confianza, mayores los riesgos que correrán las personas para hacer lo que es correcto, más cuidarán unos de otros y, en última instancia, mejor será el rendimiento del grupo. El Círculo de Seguridad se mantiene fuerte gracias a quienes viven y trabajan en él.

Piense que aquellos de nosotros que hemos padecido un servicio espantoso durante un vuelo nos hemos sentido mejor cuando nos hemos vuelto hacia el desconocido que teníamos sentado al lado para comentarle cómo nos estaban tratando. Todo el que se haya visto sometido a las ambiciones de un jefe ególatra habrá hallado consuelo en el compañero de trabajo que padecía lo mismo. La persona a la que conocemos y que tiene a un miembro de su familia que padece la misma enfermedad que alguien que nos es cercano, es alguien con quien sentimos un vínculo. A quien recurrimos para hallar apoyo es al grupo de personas con quienes sentimos un interés común y una causa común.

Siempre que media un vínculo humano (un vínculo real, sincero, honesto, donde ninguna parte espera sacar nada de la otra), parece que encontramos la fortaleza para soportar, y también para ayudar. Podemos bregar con una gran cantidad de contratiempos cuando tenemos a alguien al lado que nos ayude en el camino. De hecho, esto no sólo hace que las adversidades de la vida sean más fáciles de soportar, sino que nos ayuda a gestionar el estrés y la ansiedad. El cortisol no puede obrar su magia negra cuando tenemos a alguien al lado

NO QUERER, PERO DESPERDICIAR IGUAL

Según el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo, hasta el 50 por ciento de cereales alimenticios cosechados no se consumirán debido, simplemente, a la putrefacción y al almacenamiento inadecuado. El mundo en vías de desarrollo pierde el 50 por ciento de sus alimentos porque las personas no los manipulan adecuadamente, mientras que nosotros, el mundo desarrollado, perdemos el 50 por ciento de los alimentos porque los tiramos innecesariamente.

Ésta es la carga de tener demasiado. Es fácil gastar o tirar lo que no necesitamos cuando podemos conseguir más. Nuestra actitud manirrota no es un fenómeno nuevo. Así es como vivían nuestros ancestros paleolíticos. Una de las teorías que explica por qué el Homo sapiens empezó a cultivar alimentos afirma que el ser humano no sabía cuidar bien de los recursos de los que había dispuesto ya de entrada. Podríamos decir que desde el origen de los tiempos hemos estado gastando lo que tenemos y que sólo nos adaptamos cuando no podemos permitirnos desperdiciar nada más. Hoy día da la sensación de que demasiados líderes empresariales despilfarran la buena voluntad de la gente. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que ya no se puedan permitir el lujo de hacerlo.

En nuestros tiempos hay abundancia de alimentos, recursos y opciones. El número de productos que encontramos en el supermercado o la disponibilidad de algo como la electricidad son cosas que nuestra sociedad da por hecho. En esto consiste la mercantilización. Es cuando un recurso es tan abundante que pierde el valor que le atribuimos. Hubo un tiempo en que los ordenadores eran aparatos increíbles, especiales. Hubo empresas como Dell que levantaron un gran negocio basándose en el valor notable de estas máquinas. Sin embargo, a medida que aumentaba la oferta y bajaban los precios, el producto se mercantilizó. Y al mismo tiempo, se redujo nuestra apreciación de lo maravillosos que son estos aparatos para nuestras vidas. La abundancia destruye el valor.  

Cuando apreciamos las cosas no es cuando son fáciles de conseguir, sino que las cosas que tienen más valor para nosotros son aquellas que nos obligan a trabajar mucho para obtenerlas o que resultan difíciles de encontrar. Ya sea un diamante enterrado en lo más profundo, el éxito profesional o una relación sentimental, lo que contribuye a dotar a esa meta de su valor es el esfuerzo necesario para obtenerla.

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